La Asociación Profesional de Controladores Aéreos (Aprocta) ha organizado un seminario en el que ha tratado de acercar la realidad de su profesión a la ciudadanía. Madridiario visitó con algunos de estos especialistas el simulador de control aéreo de Senasa para conocer de primera mano su forma de trabajar.
«Vuelo Iberia 3678. Permiso para aterrizar en pista 30. Viento 300 grados a 10 nudos». A través de un críptico mensaje como éste, un controlador aéreo encargado de labores de aproximación permite a un avión el aterrizaje (siempre con viento en contra) en un aeropuerto. Una labor repleta de protocolos, una estrecha coordinación, una exigente precisión y un sinfín de variables que van desde el tráfico aéreo hasta la climatología, con las que estos profesionales gestionan a diario, por ejemplo en Madrid, los destinos de 100.000 viajeros y 900 aviones.
El control aéreo es la forma de ordenar un complicado rompecabezas muy fragmentado. Hay profesionales que se encargan de llevar los aviones de sus aparcamientos a la pista y gestionan su despegue y aterrizaje (controladores de torre), los que colocan a los aviones en posición y orden de llegada y salida, y les indican la forma de ascender y descender (controladores de aproximación); y los que dirigen a los aviones cuando están en ruta (controladores de área o ruta), a través de las ‘carreteras del cielo’. Además, el cielo está ‘troceado’ en sectores vigilados por distintos controladores, que tienen que separar el tráfico entre aeronaves en horizontal y en vertical. Para que este entramado funcione, es necesaria una enorme comunicación entre controladores y de estos con los pilotos. Un engranaje que permita que se cumplan los tiempos que exige el mercado y las medidas de seguridad.
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