Montones de pantallas con códigos indescifrables, botones, fichas de progresión de vuelo, números, colores, líneas, flechas… La sensación que invade a uno al entrar en la sala de controladores aéreos de Torrejón de Ardoz es una mezcla de fascinación y agobio. Fascinación porque es una sala en la que trabajan más de 50 profesionales cuya responsabilidad es que los aviones que sobrevuelan la península lleguen bien a su destino. El agobio entra al imaginarse la fatiga y el estrés que supone saber que detrás de todos esos códigos y números, está la vida de muchísimas personas.
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