Si el estereotipo de Alemania tuviese un sitio físico en la tierra, el futuro aeropuerto de Berlín estaría sin duda enclavado en sus Antípodas. El megaproyecto, llamado a estar a la altura de la capital de facto de Europa, se ahoga en la actualidad en un mar de deudas y dudas. Cuatro años después de su primera y fallida fecha de inauguración, sigue cerrado a cal y canto, y su calendario de apertura -para el segundo semestre de 2017- está cada vez más en el aire, anegado en sobrecostes multimillonarios y zaherido por la sombra de la corrupción.
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