Vueling afronta el parón del ‘low cost’

Cuando la británica Sue Smith y el piloto valenciano Eduardo Fairén propusieron a Carlos Muñoz en 2002 crear un vuelo que uniera Manchester y Valencia, se respiraban nuevos tiempos en el sector de la aviación. La desregulación había abierto los cielos de EE UU y Europa e incluso circulaba la edición de un manual para crear compañías aéreas de bajo coste. Aquellas aerolíneas iban a poner a prueba la hegemonía de las tradicionales. La teoría tenía elementos para hacerse realidad: ofertar vuelos a bajos precios iba a estimular la demanda y a ampliar el mercado; alcanzar masa crítica permitiría sostener cuentas de resultados pese a los bajos ingresos por billete vendido.

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